Un paseo por el valle de Carraovejas
Desde los páramos hasta las Terrazas del Anejón, pasando por la Cuesta de las Liebres o nuestra nueva zona de plantación; Espantalobos. Entre la vegetación ribereña que crece en la estrecha franja del arroyo y los páramos altos, áridos y despejados, se extiende un valle de gran riqueza natural.
La complejidad y el equilibrio de este ecosistema marcan decisivamente el carácter de las uvas que cultivamos. Un equilibrio natural con el ecosistema y un profundo respeto por el origen nos permiten realizar en Carraovejas elaboraciones que reflejan su procedencia y que expresan lo mejor de un terroir singular en la Ribera del Duero.
1. Los Páramos: el paisaje en las alturas
El valle está coronado por los altiplanos distintivos de la meseta castellana: las parameras. Cruzada por infinidad de caminos rurales, su ancha superficie se dedica mayoritariamente al cultivo del cereal. En sus límites, donde las cuestas inician el descenso, los bosquetes del pinar dan refugio a la fauna autóctona.
2. Terrazas del Anejón: blancas terranzas frente a Peñafiel
Las pendientes de El Anejón, junto al pico de Santa María, dan la bienvenida a nuestro valle y acogen uno de los pocos viñedos en terraza que existen en toda la Ribera del Duero. Desde estos bancales de yeso claro contemplamos el castillo de Peñafiel, espectacular en lo alto de su angosta colina.
3. Cuesta de las Liebres: la ladera bajo el pinar oscuro
Las vides de la Cuesta de las Liebres, plantadas en vaso vertical, parecen peinar ordenadamente la ladera que sube hacia el bosque. Es nuestra viña más precisa, pura y elegante, donde nace una uva de la variedad tempranillo de un poder y una expresión que emocionan.
4. Espantalobos: la mirada al norte
Espantalobos es la nueva zona de viñedo de Pago de Carraovejas. Orientado al norte, es un pequeño valle que desciende de los páramos. En este entorno agreste, la vid halla un microclima de gran frescura. Es uno de nuestros lugares de futuro.